China podría poner en jaque la industria automotriz con una nueva crisis: el antimonio
- Benjamín Chellew
- 20 jun
- 3 Min. de lectura
Cuando creíamos haber dejado atrás las interrupciones en la cadena de suministro provocadas por la pandemia y la crisis de semiconductores, un nuevo actor se asoma en el tablero global: el antimonio. Este metaloide, hasta ahora fuera del radar del consumidor promedio, se ha convertido en el epicentro de una crisis que está sacudiendo a la industria automotriz. ¿La razón? China, una vez más, ha cerrado parcialmente el grifo de las exportaciones.

Desde finales de 2024, el gobierno chino incluyó al antimonio en su lista de materiales estratégicos sujetos a control de exportación. En términos prácticos, esto significa que cualquier envío al exterior necesita una licencia especial, y desde diciembre pasado, los envíos hacia Estados Unidos están directamente prohibidos. ¿El resultado? Un desplome en la disponibilidad global y un alza vertiginosa en los precios, que ya superan los 60,000 dólares por tonelada.
¿Qué es y por qué importa el antimonio?
Aunque no es tan mediático como el litio o el cobalto, el antimonio es esencial en la fabricación de baterías de plomo-ácido, las mismas que siguen utilizando millones de vehículos en todo el mundo para arrancar sus motores. Estas baterías siguen siendo clave en múltiples segmentos, incluyendo híbridos, vehículos comerciales y más allá del sector automotriz, se utilizan en infraestructura de almacenamiento energético como baterías de respaldo.
Según cifras citadas por Reuters, China no solo produce el 60% del antimonio mundial, sino que también refina gran parte del restante, lo que le da un control casi total del mercado. Y es precisamente ese dominio lo que ahora está provocando tensiones: las exportaciones se han reducido a un tercio del volumen del año pasado, y los precios se han multiplicado por cuatro.
Steve Christensen, director ejecutivo de la Responsible Battery Coalition, lo dijo sin rodeos: “Esta es una emergencia nacional. No hay una solución rápida. Nos tomó por sorpresa como industria”.
La industria automotriz ya siente el impacto
Fabricantes de baterías como Clarios, Hoppecke y GS Yuasa ya están trasladando el incremento de costos a sus clientes. No se trata solo de precios más altos: también hay riesgos de demoras en la producción y cuellos de botella en sectores que dependen de estas baterías para vehículos nuevos, repuestos o sistemas industriales.
Project Blue, firma especializada en análisis de materias primas, estima que el mundo necesita entre 10,000 y 13,000 toneladas adicionales de antimonio refinado cada año solo para mantener el ritmo de producción actual. Esa brecha se está haciendo cada vez más difícil de cerrar.
Y aunque la situación todavía no ha obligado a detener líneas de ensamblaje, muchas marcas están revisando sus estrategias, explorando nuevos proveedores y considerando inversiones millonarias para reducir su dependencia de China. Clarios, por ejemplo, evalúa construir una planta de refinado en Estados Unidos con una inversión de mil millones de dólares.
Aunque nuestra región no participa directamente en la producción de baterías ni en la minería de antimonio, el efecto dominó ya se deja sentir. Las baterías importadas —incluidas las que equipan a vehículos convencionales y eléctricos livianos— podrían encarecerse o presentar problemas de disponibilidad. Y en un mercado donde el precio es un factor clave, cualquier variación podría retrasar la llegada de modelos o impactar las decisiones de compra.
Además, los distribuidores locales deberán estar atentos a posibles ajustes en costos de reposición y tiempos de entrega, especialmente en segmentos donde las baterías de plomo-ácido siguen siendo estándar.
Mientras una sola decisión política en Pekín puede poner en jaque a toda una industria, el mundo automotor debe prepararse para una nueva realidad: asegurar el acceso a materiales estratégicos es tan importante como innovar en diseño o tecnología.
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